martes, 29 de marzo de 2011

Richard SENNET, El artesano




Richard SENNETT, El artesano, Anagrama, Barcelona 2009

Sennett es un sociólogo estadounidense adscrito a la corriente filosófica del pragmatismo. Actualmente enseña en diversas universidades americanas e inglesas. También es violonchelista profesional.

Fue discípulo de Hanna Arendt, con la que discrepa a propósito del homo laborans (contrapuesta al homo faber), que ella desprecia, y que Sennet, desde el pragmatismo, pretende dignificar. Precisamente éste es el propósito de El artesano.

El libro, publicado en 2008, versa sobre la artesanía en cuanto trabajo bien hecho, valorado por sí mismo: «toda artesanía es trabajo impulsado por la calidad» (p. 36).

En este sentido, las conclusiones a que llega pueden y deben aplicarse a todo trabajo, no sólo al tipificado socialmente como “artesanía” (por ejemplo los trabajos manuales realizados en pequeños talleres).

Situado en el punto de vista del trabajador, el autor analiza meticulosamente su experiencia: el aprendizaje, la comunicación y colaboración en el taller, el diálogo con los materiales, el pensamiento corporal, la resolución de los problemas intrínsecos a la labor, la dimensión ética y estética de ella, su virtualidad socializadora, sus versiones falsas y peligrosas en el contexto actual, etc.

La argumentación, muy amena —no hay que olvidar que el autor es también novelista—, está salpicada de sabrosas descripciones de todo tipo de actividades artesanales, perfectamente encuadradas en su ambiente histórico. Asombra la erudición que despliega el autor, su conocimiento de oficios tan lejanos en el espacio y el tiempo, su habilidad para relacionarlos entre sí, y la abundante documentación que maneja, rigurosa y actual.

En sus observaciones se combinan sabiamente los argumentos sociológicos, filosóficos, psicológicos y estéticos, huyendo de interpretaciones rígidas de escuela. El sano pragmatismo de Sennet, abierto al espíritu, no se opone a la existencia de verdades absolutas, como hacen otros pragmatistas, sino que se limita a describir la experiencia humana, fielmente y sin prejuicios.
Aunque no emprende una crítica directa a la gnoseología moderna, de corte racionalista, es evidente que la da por superada al hablar del pensamiento artesanal, es decir, de las múltiples formas de conocimiento humano que tienen lugar mediante el trabajo manual, en el diálogo creativo con los instrumentos y los materiales.

Otro acierto es destacar el valor intrínseco del trabajo, lo que equivale a poner en su centro al trabajador mismo, y no al producto. La primacía del producto sobre el trabajo, que había sido tendencia generalizada desde el Renacimiento, ha dado lugar, de hecho, a la primacía del producto sobre el trabajador mismo, lo que ha provocado la cosificación del trabajo y la deshumanización del trabajador. Sus consecuencias han sido, entre otras, el utilitarismo, el hedonismo y la tecnocracia (cfr R. Corazón, Filosofía del trabajo, Madrid 2007, 91). Por ello resulta sumamente oportuno insistir en la artesanía, mejor dicho, en la actitud artesanal, que debería ser el alma de cualquier trabajo.

Resumen de la obra

La obra se divide en tres partes: “Artesanos”, “El oficio” y “Atesanía”.

PRIMERA PARTE: Artesanos

En ella se estudia el taller medieval: los lazos morales y profesionales entre maestro y aprendiz, la función cuasi paterna del maestro (in loco parentis), el modo de transmitirse por generaciones el conocimiento, etc.

En el Renacimiento surge la separación entre arte y oficio, y con ello desaparece la antigua relación maestro-aprendiz, dando lugar a una mayor independencia del maestro que, a partir de entonces, difícilmente podrá transmitir sus conocimientos a sus discípulos.

En el siglo XVIII, La Enciclopedia (Enciclopedia o Diccionario de las Artes y Oficios), representa una visión ilustrada y optimista de la artesanía, que pretende integrar en ella el uso de las máquinas, como expresión de racionalidad y progreso. La relación con la máquina, sin embargo, planteó al artesano nuevos problemas y riesgos, entre ellos, el de perder calidad humana en su trabajo, a favor de la perfección del producto confeccionado en serie.

Contra ello se alza la figura del artesano romántico, cuyo prototipo es el arquitecto John Ruskin, el cual, desconfiando de las máquinas modernas, deseaba recuperar el espíritu de los talleres medievales, con el consiguiente peligro de dar la espalda a la modernidad.

En esta parte del libro Sennett desarrolla las diversas modalidades de lo que él llama “conciencia material”: aquel conocimiento sobre las cosas concretas que el artesano alcanza con el hecho mismo de trabajar con ellas, de comprender a fondo su estructura material y simbólica.

SEGUNDA PARTE: El oficio

El tema de fondo de esta parte es el progreso en el desarrollo de la habilidad. Este desarrollo es discontinuo y variable, va por rachas, pues depende de los problemas que el artesano encuentra en su trabajo y de las circunstancias en que éste se desempeña.

Comienza ilustrándolo con la coordinación entre mano, antebrazo y cerebro que se da en algunos oficios, especialmente en la ejecución de instrumentos musicales.

Después analiza lo que llama instrucciones expresivas, es decir, los diversos modos de explicar la ejecución de una tarea u oficio. Para ello estudia detenidamente las recetas de cocina; para éstas guíen efectivamente el desarrollo de la habilidad correspondiente han de ser expresivas, o sea, reflejar un auténtico pensamiento artesanal.

Por último describe cómo las habilidades mejoran y se diversifican cuando el artesano ha de trabajar con herramientas limitadas o difíciles de usar. Los problemas que ello comporta son ocasión para mejorar y diversificar las destrezas, y usar la imaginación, con la consiguiente recompensa emocional.

TERCERA PARTE: Artesanía

Se exponen, a modo de conclusión, las dos ideas más importantes del libro: por un lado la definición de artesanía como trabajo impelido por la calidad, y por otro, la peculiar noción de habilidad, amplia y compleja, que propone el autor.

Respecto a lo primero, Sennet explica la intrínseca apertura social de la actitud artesanal, que genera ciudadanos honrados y fiables: «Aprender a trabajar bien capacita para autogobernarse y, por tanto, convierte a los individuos en buenos ciudadanos … el buen trabajo modela una buena ciudadanía. » (p. 330).

En la contraportada del libro encontramos un bien resumido este pensamiento de Sennet: La artesanía comprende la “cultura material” y el “conocimiento tácito” como auténticos bienes de “capital social”, esto es, conocimiento y habilidades que se acumulan y se transmiten a través de la interacción social, auténtico saber corporal del que no se tiene realmente conciencia.

En el seno del taller, en efecto, el artesano ha de cultivar forzosamente habilidades sociales para coordinarse con sus compañeros, actuar en equipo y respetar el principio de autoridad. Este sería, según Sennet, el experto sociable (p.303), que hay que distinguir del antisocial, cuyo trabajo le cierra a los demás y le empobrece personalmente.

En cuanto impelida por la calidad, además, la artesanía se caracteriza por cierta obsesión o manía saludable, que nada tiene que ver, aunque se le parezca, con el perfeccionismo vicioso, que hace de escudo de protección ante el juicio de los demás, y que puede degenerar en formas patológicas.

En el último apartado, titulado Habilidad, Sennet sostiene que “prácticamente todos los seres humanos pueden llegar a ser buenos artesanos” (p.329), con todas las consecuencias morales, sociales y estéticas que ello conlleva. Tal planteamiento se pone especialmente de relieve en la estrecha relación entre trabajo y juego, que para Sennet es característica del trabajo bien hecho.

En la perspectiva doméstica

El trabajo doméstico apenas se aborda temáticamente en este libro, haciendo excepción de un interesante estudio sobre las recetas de cocina (pp. 221-238) y algunas afirmaciones aisladas («El ejercicio de la paternidad, entendida como cuidado y atención de los hijos, mejora cuando se practica como oficio cualificado» p. 20). Pero es obvio que las intuiciones y descubrimientos de este libro tienen su aplicación paradigmática en este ámbito.

El hogar, en efecto, es una auténtica reserva de pensamiento artesanal y el taller más completo que existe. En cuanto que todos los oficios de la sociedad y todas las formas de colaboración laboral se encuentran como incoados en él, puede considerarse un campo privilegiado para el estudio de la artesanía. Especialmente si se la entiende en el sentido amplio y radical con que la presenta Sennet: trabajo impelido por la calidad, centrado en la corporeidad humana, e intrínsecamente abierto a la sociedad.

La motivación profunda del trabajo del hogar, en efecto, no es otra que la comunión amorosa de sus miembros, lo que proporciona al trabajo el criterio de calidad más exigente que cabe pensar, y al mismo tiempo le aparta de la pericia antisocial, que aísla al individuo en un perfeccionismo estéril: el trabajo del hogar es de todos y para todos, y su agente —el artesano familiar— es la familia misma como comunidad de trabajo (aunque a la mujer le corresponda un papel peculiar).

Sus trabajos, además, se caracterizan no sólo por su enorme variedad y por su diverso grado de especialización, sino, sobre todo, por la intensa interacción entre ellos, sin parangón en ningún otro ámbito de la sociedad. Ello favorece todos los procesos de mejora artesanal, en particular el que Sennet llama “cambio de dominio” (pp. 160-163; 231-232), es decir, la flexibilidad mental para afrontar los problemas de un oficio desde la perspectiva de otro.

El hogar también es ámbito privilegiado para una transmisión de tradiciones artesanales especialmente rica, sobre todo de madres a hijas, lo que constituye un valioso vínculo de comunión entre generaciones (al modo de los talleres medievales), y un formidable factor de cohesión social (cfr p.35).

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